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“La Patria es mi voz”: la cultura cubana como patrimonio y proyecto

Cada 20 de octubre, Cuba no solo conmemora una fecha histórica, sino que actualiza los fundamentos de su identidad nacional.


La Embajada de la República de Cuba en Uruguay celebró el Día de la Cultura Cubana con un emotivo encuentro que unió historia, arte y solidaridad. La sede de la Misión Diplomática de la República Bolivariana de Venezuela fue el escenario donde la esencia de la isla se desplegó en toda su riqueza, demostrando que la cultura constituye el arma más poderosa de un pueblo. A su vez, el acto constituyó un ejercicio consciente de preservación y proyección de la cubanía en tierra extranjera.


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La elección del 20 de octubre como Día de la Cultura Cubana responde a un momento fundacional:en 1868, en la Bayamo recién liberada, se entonó por primera vez «La Bayamesa» de Perucho Figueredo, estableciendo el vínculo indisoluble entre creación cultural y lucha por la independencia. Aquel canto de guerra no solo marcó el inicio de una nueva etapa, sino que se erigió en un símbolo eterno de la libertad y la dignidad, que desde entonces define el carácter de la nación.

Este himno, por tanto, no fue una simple composición musical, sino el acta de nacimiento de una conciencia nacional que fusionaba el arte con el anhelo de soberanía, un principio que seguiría guiando el desarrollo cultural de la isla.


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Ese mismo espíritu se trasladó hasta Montevideo, donde la comunidad cubana en Uruguay, acompañada por representantes diplomáticos, autoridades locales y movimientos de solidaridad, se reunió para participar en este ritual de afirmación identitaria. La velada se estructuró como un recorrido por los componentes esenciales de la cultura cubana, demostrando su vitalidad y capacidad de evolución sin perder sus rasgos distintivos.


Pilares e Identidad Nacional

La identidad cubana se construye sobre varios pilares que la celebración en esta ciudad evidenció con claridad. El primero es el histórico: la exposición inicial con la réplica de la escarapela de José Martí, la partitura del Himno Nacional y las imágenes del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y Julio Antonio Mella estableció una línea de continuidad que conecta el siglo XIX con el presente. Estos símbolos operan como referentes permanentes en la construcción del imaginario nacional, sirviendo de brújula moral e intelectual en cada generación. La constante referencia a estas figuras no es un culto al pasado, sino una manera de dialogar con una tradición de lucha y pensamiento que informa y da sentido a las acciones del presente.

Desde el punto guajiro hasta la timba, la música funciona como columna vertebral de la expresión cultural cubana. La presentación de «Punto Cubano» de Celina González por miembros de la primera Escuela de Salsa-Casino en Uruguay mostró la vitalidad de las raíces campesinas, mientras que el recorrido de Manolo «El Cubanísimo» por el bolero, el son y la timba demostró la capacidad de síntesis y evolución que caracteriza a la música popular de la Isla. Esta expresión artística, es un archivo vivo de la historia social y emocional del pueblo, donde cada ritmo encapsula una época, una sensibilidad y una respuesta creativa a circunstancias específicas.

También, la declamación del poema «Mi Bandera» por la pequeña Angelyn Valeria Martínez reforzó el valor de la palabra como vehículo de transmisión de valores patrios. Posteriormente, el diálogo del escritor Alberto Edel Morales sobre «Las reglas y el juego en la cultura cubana» abordó la dimensión intelectual de esta identidad, a propósito de los aniversarios de Armando Hart y Abelardo Estorino.


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Lo cubano se define por su carácter sincrético desde su descubrimiento hasta la actualidad. La intervención de Marcel Cabrera Pérez con su rap fusión que incorpora el “tres cubano” ejemplificó este proceso. Esta fusión tiene raíces históricas profundas, la cultura cubana es el resultado del encuentro entre componentes españoles, africanos y, en menor medida, asiáticos y de otras regiones. Lo notable es cómo estos elementos se combinaron para producir formas culturales originales que hoy se reconocen como distintivamente cubanas.

El son, representado en la velada con «El cuarto de Tula» y «Lágrimas negras», es quizás el ejemplo más elocuente de este proceso. Su estructura musical fusiona la guitarra española con los ritmos africanos, mientras sus letras reflejan la vida y sentimientos del pueblo cubano. Un proceso similar se observa en la religión, la cocina y las festividades populares como resultado de la “transculturación”, término que definiera el escritor cubano Fernando Ortiz.


Preservación Identitaria

La gestión cultural de la Revolución Cubana, representada en la figura de Armando Hart Dávalos, ha tenido como objetivo explícito la preservación y desarrollo de esta identidad nacional. La creación de un sistema de instituciones culturales, escuelas de arte y programas de difusión masiva respondió a la convicción de que la cultura es un derecho del pueblo y un pilar de la soberanía nacional. Esta política, pionera en muchos aspectos, buscó democratizar el acceso a la creación y al consumo cultural, entendiendo que una nación solo es verdaderamente libre si es dueña de sus símbolos y de su producción artística.

La defensa de lo autóctono, ha sido una constante. Figuras como el dramaturgo Abelardo Estorino, también homenajeado en la velada, demostraron que es posible crear obras de alcance universal profundamente enraizadas en lo cubano.

El evento en Montevideo mostró cómo esta concepción de la cultura trasciende las fronteras físicas de la isla. La comunidad cubana en el exterior se convierte en portadora y actualizadora de esta identidad, adaptándola a nuevos contextos sin perder su esencia.

Sin embargo, la vitalidad de las expresiones presentadas sugirió una capacidad de resistencia que forma parte misma de la identidad cubana. Esta resiliencia se ha forjado en una historia de desafíos, donde la cultura ha sido tanto un refugio como un campo de batalla.

El cierre del evento con la consigna «Que nunca se apague el canto, la palabra, ni el espíritu creador de nuestra tierra» resumió esta voluntad de permanencia, manifestándose como un compromiso con la continuidad de un proyecto cultural distintivo.

La cultura cubana, sigue siendo un espacio de creación y resistencia.

Asimismo,en un contexto donde Cuba sufre las cadenas de un bloqueo genocida, esta celebración en tierra uruguaya reafirmó que para la Mayor de las Antillas, la cultura sigue siendo, como en 1868, un acto de reafirmación y combate. En un escenario de asedio económico y político, cada canción, cada poema y cada debate se convierten en trincheras desde las cuales se defiende no solo un modo de crear, sino el derecho a existir como nación soberana. La cultura, en este sentido, es el territorio inexpugnable de la Patria.

 
 
 

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