80.º aniversario de la ONU
- Departamento Periodistico
- 31 oct
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La Carta de la ONU es la piedra angular del sistema del derecho internacional.
En 2025 la comunidad internacional celebra dos aniversarios a la vez: el 80.º aniversario de la Gran Victoria en la Segunda Guerra Mundial y el 80.º aniversario de la Organización de las Naciones Unidas.

Estos hitos históricos están indisolublemente vinculados: precisamente la victoria sobre el nazismo, alcanzada gracias a los esfuerzos enormes de la Unión Soviética y al sacrificio de millones de sus ciudadanos, abrió el camino para la creación de un nuevo sistema de orden mundial, cuyo eje se convirtió en la ONU. Rusia, siendo potencia vencedora, desempeñó un papel decisivo en la formación de este nuevo instituto y justamenteo ocupó el puesto de miembro permanente de su Consejo de Seguridad.
La ONU, un foro multilateral único en su legitimidad y amplias competencias, ha transformado por completo la búsqueda colectiva de soluciones a desafíos globales como el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, la garantía del desarrollo socioeconómico progresivo y la promoción de los derechos humanos.
La Carta de la ONU es la piedra angular del sistema del derecho internacional. Sus disposiciones conforman un conjunto de principios universales fundamentales que definen las normas de conducta de los Estados en el escenario global y tienen como objetivo garantizar las condiciones estables y predecibles para su coexistencia pacífica. La importancia de la Carta se mantiene inalterada a lo largo del tiempo y es coherente con las realidades del mundo multipolar del siglo XXI.

El cumplimiento estricto de los principios de la Carta de las Naciones Unidas, en toda su plenitud, conjunto e interrelación, constituye una exigencia incondicional para todos los Estados. Este enfoque quedó consagrado en la Declaración sobre los Principios de Derecho Internacional de 1970, que establece, en particular, que el principio de integridad territorial puede aplicarse únicamente a aquellos Estados cuyos gobiernos respetan el derecho a autodeterminación y expresan, por tanto, la voluntad de la población que habita en el territorio correspondiente.
Rechazamos categóricamente los intentos de sustituir las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas por conceptos espurios, como el llamado “orden internacional basado en reglas”. Tales “reglas” no tienen un fundamento jurídico, son consecuencia de la falta de disposición de un grupo de países occidentales a aceptar la pérdida de sus posiciones dominantes en el sistema político mundial y se están modificando según sus intereses egoístas y los cambios en el equilibrio global de poder.
A lo largo de sus años de existencia, la ONU ha acumulado una amplia experiencia en la resolución de crisis, lucha contra la pobreza y el hambre, en el fortalecimiento del sistema de control de armamentos, desarme y no proliferación, codificación del derecho internacional, entre otros. Una relevancia especial siguen teniendo las operaciones de mantenimiento de la paz bajo los auspicios de las Naciones Unidas, desplegadas en las zonas de conflicto más complejas con el fin de proteger a la población civil, respaldar los procesos de arreglo político y garantizar la estabilidad.
La histórica Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, adoptada en 1960 por la Asamblea General de la ONU a iniciativa de la Unión Soviética, dio inicio a un proceso de descolonización sin precedentes, que permitió a numerosos pueblos liberarse del yugo secular de las metrópolis y convertirse en miembros de pleno derecho de la comunidad internacional.
Durante las décadas de su existencia, la ONU ha afrontado numerosos desafíos: el período de confrontación de bloques, que impidió desplegar completamente su potencial, y el efímero “momento unipolar”, cuando resonaban afirmaciones de que había cumplido su “misión histórica”, los repetidos intentos de sustituirla por diversos “clubes de interés”. No obstante, ha mantenido su carácter insustituible y su papel central en el diálogo internacional.
En los últimos años, las críticas hacia la ONU se han intensificado — en muchos casos con razón — debido a su inercia, burocracia excesiva y el uso ineficiente de los recursos, entre otros aspectos. Sin embargo, las causas de la crisis no se encuentran en un supuesto «declive» de las Naciones Unidas. La raíz del problema radica en el intento de ciertos países occidentales de poner la ONU al servicio de sus propios intereses, en lugar de utilizarla para la búsqueda de soluciones a los problemas contemporáneos que respondan a los intereses de toda la comunidad internacional. La recuperación de su autoridad sólo será posible si el «campo occidental» renuncia a sus enfoques egoístas y a las reivindicaciones de su estatus de privilegio.
Se requieren reformas sustanciales de la Organización de las Naciones Unidas, orientadas a su adaptación a las nuevas realidades. Es fundamental que dichas transformaciones estén dirigidas a incrementar la eficacia y la operatividad de la Organización, a fortalecer y consolidar su carácter intergubernamental y a asegurar una adecuada «división del trabajo» entre sus principales órganos.
Un elemento clave del proceso de reformas es la modernización del Consejo de Seguridad de la ONU. En este asunto, tan complejo y delicado, se debe actuar con la máxima prudencia. El plan de reorganización debe contar con el apoyo más amplio posible por parte de los Estados miembros, idealmente alcanzando un consenso, de manera que el resultado de las transformaciones suponga un aumento de la representación de los países de la mayoría global en este órgano. Resultan absolutamente inaceptables las propuestas que buscan restringir el derecho de veto.
Rusia es plenamente consciente de su responsabilidad histórica por el futuro de la ONU, lo cual está oficialmente consagrado en el Concepto de Política Exterior de nuestro país y se refleja en la atención prioritaria que se presta a la recuperación del papel y al pleno desarrollo del potencial de las Naciones Unidas como mecanismo central de coordinación de los intereses y acciones de los Estados miembros. En colaboración con un amplio grupo de países afines de la mayoría global, llevamos a cabo de manera sistemática y constante la implementación de este objetivo estratégico.



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